Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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16/09/2013

«Tengo dudas de que la derecha chilena valorice la democracia sin apellidos. Es lo que se desprende de su apoyo incondicional a Pinochet en el plebiscito de 1988. Previendo que sería minoría luego del término de la dictadura, se las ingenió para que la mayoría pudiera gobernar solo si ella se lo permitía…»

Despreciada antes de 1973 por amplios sectores de la izquierda como «formal» o «burguesa», la democracia, esa forma de gobierno que entrega el poder a cualquiera que obtenga para sí la mayoría, fue recuperada en 1990, aunque con graves limitaciones y desconocimiento de las reglas que la definen. A esa democracia recobrada se la llamó «protegida», y el propio Pinochet la calificó también de «autoritaria», el mismo adjetivo que empleó Chávez para aludir a su régimen bolivariano. Todos los déspotas del siglo XX, conscientes del prestigio de la forma de gobierno que pisotearon, utilizaron la palabra «democracia» para aludir a los regímenes que encabezaron. Franco habló de «democracia orgánica», Hitler de «democracia real», Stalin de «democracia popular», y Pinochet de «democracia protegida». Por lo mismo, hay que huir a perderse cada vez que a «democracia» se le pone un adjetivo. Esos adjetivos vacían de contenido al sustantivo que acompañan y son un claro indicio de que lo que de esa manera se designa tiene poco o nada de democracia.

Hoy se utilizan otros adjetivos -«representativa» y «participativa»- que no hacen fuego con «democracia», aunque son redundantes. La democracia es siempre participativa, puesto que es propio de ella convocar periódicamente a elecciones, mientras que las democracias de nuestro tiempo, en las que representantes de los ciudadanos adoptan las decisiones de gobierno, son también representativas. Así las cosas, la democracia participativa y la democracia representativa no son distintas de la democracia, ni se trata tampoco de eufemismos que la desmientan. Por tanto, cuando se reclama hoy por una democracia participativa y representativa, lo que se pide no es algo diferente a la democracia. Lo que se pide es que la que tenemos sea más participativa y más representativa. Lo raro, sin embargo, es que demandando una democracia más participativa, la mayoría del país haya aplaudido la insensatez del voto voluntario, y que, aspirando todos a una más representativa, sigamos prisioneros de un sistema electoral que debilita la representatividad de quienes llegan a ocupar un asiento como legisladores.

Buena parte de la izquierda valorizó luego del golpe la democracia que antes le parecía formal o burguesa, aunque poniendo ahora el énfasis en el compromiso que ella debe asumir con los derechos sociales. La democracia tiene un compromiso evidente con los derechos civiles y políticos, basados en el valor de la libertad, pero debe tenerlo también con derechos sociales que se fundamentan en la igualdad. Una igualdad que al promover condiciones de existencia dignas para todos -en salud, en educación, en trabajo, en vivienda, en previsión- colabora con la libertad, puesto que poco sentido puede tener esta última para quienes viven en situación de pobreza o de indigencia.

Tengo dudas de que la derecha chilena valorice la democracia sin apellidos. Es lo que se desprende de su apoyo incondicional a Pinochet en el plebiscito de 1988. Previendo que sería minoría luego del término de la dictadura, se las ingenió para que la mayoría pudiera gobernar solo si ella se lo permitía. De allí el altísimo quórum de 2/3 de senadores y diputados para reformar la Constitución y la exigencia de 4/7 para hacerlo con las leyes orgánicas constitucionales.

La mejor manera que tiene la derecha para liberarse de acusaciones o dudas acerca de su actual adhesión a la democracia -cuya regla de oro es la de la mayoría- es que se allane a rebajar esos quórums. ¿Que la regla de la mayoría es puramente cuantitativa? Concedido, pero conocemos la respuesta: es mejor contar cabezas que cortarlas.

Una democracia protegida contra la regla de la mayoría es cualquier cosa menos democracia, y ni qué decir de una Constitución blindada contra esa misma regla.