Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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3/01/2014

«Lo que caracteriza hoy a la izquierda y a la derecha no son tanto los valores superiores que una y otra persiguen cuanto la diversa jerarquía que les asignan…»

De las varias causas que contribuyeron al descalabro de la derecha hay solo dos que no le son imputables: el programa de una coalición de centroizquierda que sintonizó bien con necesidades del país y expectativas de los electores, y la credibilidad y confianza que inspira su conductora, Michelle Bachelet. Todas las demás causas son responsabilidad de la propia derecha: alternancia de candidatos presidenciales, improvisación de la abanderada final y patente orfandad de esta, tímidos anuncios de cambio motivados antes por la circunstancia electoral que por auténticas convicciones, indiferencia popular ante un gobierno que nunca tuvo un perfil definido y una conducción política eficiente, y gestión gubernamental exageradamente centrada en la figura de un Presidente que hizo política con la misma lógica que en otros momentos de su vida empleó para hacer negocios (contra todas las banderas, incluidas las propias, mas nunca contra las personales suyas). Durante la reciente campaña, Sebastián Piñera pareció desenvolverse con el solo objetivo de ser el único sobreviviente de la tragedia.

Quizás ahora la derecha se reestructure -un nuevo movimiento por aquí, otro por allá; un guiño hacia Velasco y otro como parte de su largo y fallido coqueteo con sectores conservadores de la DC-, pero lo que parece difícil es que ella se renueve, puesto que hacerlo supondría algo a lo que la derecha nunca ha estado dispuesta: corregir su preferencia por los valores de la propiedad y el orden.

Pero vamos por partes.

Lo que caracteriza hoy a la izquierda y a la derecha no son tanto los valores superiores que una y otra persiguen cuanto la diversa jerarquía que les asignan. Tan absurdo sería afirmar que a la derecha le interesan solo la propiedad y el orden como afirmar que a la izquierda le complace únicamente la igualdad. Una derecha y una izquierda democráticas adhieren a la libertad, a la igualdad, al orden y a la propiedad, lo cual quiere decir que, al menos en los tiempos que corren, ni la derecha sacrificaría la libertad y la igualdad en nombre de la propiedad y el orden, ni la izquierda inmolaría la libertad, la propiedad y el orden en nombre de la igualdad. Todos esos son valores compartidos, pero a los que uno y otro sector otorgan prioridades muy distintas.

Si nos quedamos solo con la derecha, no se ve por dónde ella pueda alterar su desmedida predilección por el orden y la propiedad. Ni en la vieja derecha chilena, ni tampoco en la que pretende mostrarse con nuevo rostro, es posible apreciar la más leve alteración de esa preferencia. Apenas una mayor sensibilidad social parece palpitar en algunos de sus jóvenes dirigentes, pero nunca hasta el punto de convencerlos de que para alcanzar justicia social sea preciso afectar la propiedad de los más ricos, así no más sea por la vía de que paguen los impuestos que proporcionalmente les corresponden y dejen de evadir pagarlos o de continuar alimentando a la industria de la elusión tributaria: legiones de abogados, economistas y contadores urdiendo fórmulas para que empresas y profesionales de altos ingresos liquiden impuestos por cantidades mucho menores que las que les corresponderían.

Solo en nombre del orden y la propiedad se puede explicar el apoyo incondicional que la derecha dio al golpe de 1973 y al gobierno que siguió después, puesto que eso es lo que obtuvo de dicho régimen. Ella suele justificar tal apoyo en nombre de la libertad, pero ¿cómo puede ser este último tu valor principal si apoyas una dictadura durante 17 años y te movilizas luego para reelegir al dictador por 8 años más?

¿Cuánto orden y apego a la tradición está dispuesta a ceder la derecha en nombre de la libertad y cuánta propiedad en el de una mayor igualdad en las condiciones de vida de los chilenos?

Desde la vereda del frente, me hago pocas ilusiones de que la derecha chilena, tanto la nueva como la vieja, se haga ahora esas preguntas.