Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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24/10/2014

«Valparaíso es la ciudad más compleja de Chile. Valparaíso no tiene aspectos, dimensiones ni aristas. Lo que Valparaíso tiene son identidades. Varias, distintas y robustas identidades que a menudo pugnan entre sí…»

No es cierto que en Valparaíso no pase nada, aunque muchas veces se afirme lo contrario con total ligereza. Pasa mucho, desde siempre, aunque el resto del país no se entere y los siempre insatisfechos porteños no estemos suficientemente informados.

De partida, Valparaíso es la ciudad más compleja de Chile. Valparaíso no tiene aspectos, dimensiones ni aristas. Lo que Valparaíso tiene son identidades. Varias, distintas y robustas identidades que a menudo pugnan entre sí. Valparaíso es una ciudad habitada, una ciudad puerto, una ciudad universitaria, una ciudad patrimonial, una ciudad cultural, una ciudad turística y, si usted quiere, una ciudad legislativa. Es también una ciudad de catástrofes, naturales y no, especialmente incendios. No por nada los changos, el pueblo prehispánico que habitó la bahía, llamaba a esta «Alimapu», donde «mapu» es tierra y «ali» ardiente, quemado.

Pero el problema actual de Valparaíso no es ser varios Valparaísos, sino que los varios que es no conversen entre sí y, peor aún, se enfrenten unos con otros, pretendiendo cada cual una hegemonía sobre los restantes. Valparaíso ciudad puerto suele proyectarse de espaldas a Valparaíso ciudad habitada y actuar como si el borde mar fuera solo una oportunidad de negocios. Valparaíso ciudad habitada rechaza a Valparaíso ciudad turística, y los vecinos de los cerros más frecuentados por los visitantes se alegran cuando un restaurante cierra y no cuando se abre. Valparaíso ciudad patrimonial disputa con la ciudad cultural, y mientras los patrimonialistas quieren preservarla, los artistas tratan de intervenirla.

Así son las cosas en Valparaíso. Y ni hablar del rechazo de todos los Valparaísos a cualquier idea que provenga de fuera de ellos. Los porteños actuamos como si nadie que no viva en la ciudad (ya vivir en Viña es considerado un pecado) tuviera nada que enseñarnos. Valparaíso, ciudad de feliz origen cosmopolita, se ha ido encerrando en sí mismo y desarrollando una rara desconfianza ante cualquier idea o iniciativa que venga de ultramar o de más allá del límite que Curacaví nos pone por el oriente.

Valparaíso, además del viento y las escaleras, de cerros y ascensores, de paseos y miradores, de olor a café en el Almendral y a pescado frito en el Puerto, de canciones inmortales que resuenan en sus cantinas y de restaurantes que preparan las más finas pastas de Chile, de apacibles cafés en los que el tiempo no se ha detenido sino que puede tocarse, del más bello paseo costero del litoral central (que eso es la preciosa y poco concurrida avenida Altamirano), tiene, por ejemplo, el club de fútbol profesional más antiguo de América, cuatro buenas universidades, un Instituto de Neurociencia pionero en el país, la biblioteca pública más antigua y hermosa de Chile, a lo menos dos espléndidos museos, un Foro de Altos Estudios Sociales, y un Instituto de Sistemas Complejos y un Festival Internacional de Cine Recobrado.

Llega ahora la cuarta versión de Puerto de Ideas, una iniciativa que al comienzo algunos porteños ensimismados miraron con recelo, y todo porque la ocurrencia la había tenido una mujer que residía en Santiago y a la que yo prefiero considerar parte de nuestros nuevos inmigrantes, parecidos a aquellos de otras nacionalidades que llegaron a Valparaíso en los siglos 19 y 20 y que tanto bien hicieron a la ciudad.

Nunca se puede estar en todo lo que ofrece Puerto de Ideas. En cuanto a mí, esta vez he marcado especialmente al escritor David Grossman, a la formidable cronista argentina Leila Guerriero, al neurólogo Rodolfo Llinás, al geógrafo David Harvey, al psicoanalista italiano Luigi Zoja, a la siempre inteligente y original politóloga Chantal Mouffe, y a Pebre, una asociación que se ocupa de las comidas y bebidas de Chile.

Pero hay más, mucho más, y cada cual tiene que orientarse en esto según sus preferencias y propias voces interiores.