Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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19/06/2015

«Lo malo empieza cuando la previa es demasiado anticipada, tanto que casi aniquila aquello a lo que es anterior…»

«La previa» es una expresión del habla común que se utiliza muy a menudo. La popularizaron los comentaristas deportivos -esos grandes innovadores del idioma-, para referirse al día anterior a un partido de fútbol de cierta importancia. Ellos hacen sus despachos, especialmente desde el país extranjero en que dentro de 24 horas jugará un partido nuestra selección nacional, e informan con gran excitación acerca de cómo se está viviendo allá la previa al encuentro. Difunden imágenes del último entrenamiento, entrevistan a un par de jugadores, muestran a grupos de hinchas exultantes que llevan puesta la roja y unos gorros extravagantes, formulan pronósticos optimistas sobre el resultado que nos espera, y hacen finalmente un pase al colega que está en Santiago para que este informe a su vez acerca de cómo se está viviendo la previa en calles y fuentes de soda de Santiago. Ahora, si usted tiene la Copa América en casa, la previa es todos los días.

La previa ha hecho metástasis. Las grandes tiendas, por ejemplo, viven la previa a la entrada a clases de los colegios poniendo a la venta miles de uniformes ya a mediados de enero. «¿Y qué es esto?, puede preguntar el cliente que anda buscando un traje de baño y solo encuentra blazers, chalecos y pantalones para escolares. «La previa, señor» es todo lo que recibirá por respuesta. Del mismo modo, es en agosto cuando los supermercados visten a sus cajeras de chinas o huasas, cambian la música ambiental por cuecas y tonadas, y empiezan a vivir la previa a las fiestas patrias. Ni qué decir de Navidad. Los primeros arbolitos aparecen poco después del 19 de septiembre, mientras que al primer disfrazado de Papa Noel se lo puede encontrar en el Paseo Ahumada ya en octubre. En tales casos, la previa tiene una evidente connotación comercial. No es que los dueños de supermercados y grandes tiendas se desvivan de tal modo por el 18 y la Navidad y que, movidos por su patriotismo y espíritu cristiano, quieran invitarnos a reflexionar con suficiente antelación sobre los valores patrios y las virtudes de Jesús. Lo que buscan es que sus clientes empiecen a comprar con mucha anterioridad lo que necesitan (y lo que no) para dentro de dos meses. Ellos saben que vender antes es vender más, como saben también que la mayor alegría de los clientes consiste en comprar antes que en consumir.

Otra expresión de la previa se produce cuando la tarde y noche del viernes -un día laborable como cualquiera- se viven como si se tratara del sábado, una previa que se ha trasladado incluso a los jueves (ahora les dicen «viernes chico»). Vea usted cuánta gente hay la noche de los jueves en sitios públicos en los que se come, bebe, fuma y conversa sin horario de cierre. Y si usted pregunta por qué, los que disfrutan de esa manera responderán que están en la previa, en este caso la previa al fin de semana. Uno puede pensar que llegará el momento en que, a diferencia de antaño, cuando al día siguiente de una gran celebración en casa llegaban algunos amigos de mayor confianza a despacharse los restos, las amistades aparecerán la noche anterior a la de nuestro cumpleaños, con el ánimo, claro está, de vivir la previa.

La filosofía del Carpe Diem, que podría estar a la base de la previa, aconseja capturar el día. Capturar y vivir el día. Capturar y vivir cada día, disfrutándolo con intensidad y sin preocuparse de lo que podría ocurrir mañana. Que nada te turbe, se dice, y que la búsqueda y disfrute del placer, de manera comedida e inteligente, guíe tus pasos de cada día.

¿Quién podría tener algo en contra de esa filosofía? Sin embargo, lo malo empieza cuando la previa es demasiado anticipada, tanto que casi aniquila aquello a lo que es anterior, que es lo que compruebo los lunes a mediodía cuando, camino a casa, observo a una apreciable cantidad de universitarios que se han instalado ya con sus cervezas de un litro en el bullicioso negocio próximo a la facultad, para hacer la previa -me imagino- a las próximas vacaciones de verano.

«¿Arturo Vidal? Bueno, también estaba en la previa».