Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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11/08/2017

«Me pregunto si nuestros aspirantes presidenciales no podrían debatir en el marco de informes como este, en vez de repetir día tras día sus trilladas y previsibles cuñas…».

«Igualdad» es una palabra que puede resultar intimidante. Es lo que ocurre cuando, por error o mala fe, se la opone a «diversidad» y no a su antónimo más apropiado, que es «desigualdad», una estrategia que utilizan aquellos que no quieren oír hablar de igualdad y apuntan a desprestigiar cualquier discurso a su favor. Cada uno de nosotros es celoso de su individualidad y de la rica y feliz diversidad que la afirmación de ella y de la de los demás produce en toda sociedad abierta, de manera que quitamos valor a la palabra «igualdad» si nos la presentan como contraria a «diversidad», a la vez que no vacilamos en dárselo si su opuesto es «desigualdad». Por lo mismo, nos sumamos a la causa igualitaria si el objetivo es terminar con la desigualdad, pero nos restamos a ella si su propósito consistiera en acabar con la diversidad.

Para sortear el malentendido que se produce cada vez que igualdad se presenta como opuesta a diversidad, los partidarios del ideal igualitario suelen evitar decir que luchan por la igualdad y prefieren declarar que lo hacen contra las desigualdades. A esta podríamos denominarla la «vía negativa», a saber, no llamar a luchar por la igualdad, sino hacerlo contra las desigualdades, atendido que esta última palabra tiene mayor poder de convocatoria que la primera y que no se presta a malentendidos. Si bien luchar contra las desigualdades es lo mismo que hacerlo por la igualdad, resulta más eficaz el primero que el segundo de tales llamados.

En ese marco de esas ideas y distinciones es que hay que celebrar el diseño de portada del reciente informe del PNUD en Chile. A la izquierda de esa portada, en una franja vertical de fondo negro que ocupa de arriba abajo un tercio de la cubierta, aparecen tres letras en color naranja: «des». Sigue luego hacia la derecha, ocupando los restantes dos tercios, una franja de fondo naranja en la que está escrita, con letras negras, la palabra «iguales». Es de esa manera que el lector puede ver en la portada tanto la palabra «iguales» como «desiguales», lo cual sugiere que si el texto va a hablar de nuestras desigualdades, de los orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile, lo hará en nombre de la igualdad y no de algún término sustituto blando como «equidad» u otros que a veces se emplean para no comprometerse del todo con la igualdad. «Equidad» fue la palabra que durante mucho tiempo reemplazó a «igualdad» en el discurso progresista chileno, acomplejado este por el efecto intimidante que puede producir «igualdad».

Pero el informe en cuestión merece mucho más elogios que el que concierne al diseño de su portada. Se trata de un estudio serio, riguroso, bien asentado en evidencia empírica, acerca de las desigualdades que afectan a la sociedad chilena en distintos planos, puesto que nuestra «desigualdad socioeconómica no se limita a aspectos como el ingreso, el acceso al capital o al empleo -advierte el propio informe-, sino que abarca además los campos de la educación, el poder político, y el respeto y dignidad con que son tratadas las personas». Algo no menor, porque la primera de las igualdades que es preciso cautelar es aquella que tiene que ver con la similar dignidad de todo ser humano, con el derecho de toda persona a una pareja consideración y respeto, y con la prerrogativa de cada individuo a ser tratado como un fin y no como un medio bajo la dominación de otro.

El informe del PNUD destaca los avances de nuestro país y, a la par, identifica graves y porfiadas carencias y desigualdades que nos afectan. En tal sentido -y si me permiten esas expresiones-, el informe no es autoflagelante ni autocomplaciente, y -otra vez con perdón de ustedes por valerme de una imagen utilizada hasta el exceso- mira tanto la parte llena como vacía del vaso. En cambio, los autocomplacientes observarán solo la llena y los autoflagelantes únicamente aquella que aún falta por colmar.

Sé que se trata de una redonda ingenuidad, pero me pregunto si nuestros aspirantes presidenciales, hasta ahora de tan pobre desempeño, no podrían debatir en el marco de informes como este en vez de repetir día tras día sus trilladas y previsibles cuñas destinadas a captar los votos y no las cabezas de los ciudadanos.