Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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17/11/2017

Lo que tendríamos que hacer es darnos frecuentes baños de bosque y respirar allí profundamente (sobre todo después del domingo 19).

Existen variadas terapias para los males que nos aquejan, y todos echamos mano de ellas.

El dolor, de cualquier clase que sea, físico o mental, si bien siempre decretado por el cerebro -esa gran sala de máquinas que trabaja en red con el resto del organismo-, no tiene sentido, ningún sentido, aunque el sujeto que lo sufre es libre de darle cualquiera que a él parezca mejor. El dolor no tiene sentido, pero es posible dárselo, como en el caso de los creyentes que consideran que, sobrevenido un dolor, hay que ofrecerlo a Dios, como si este se gratificara con el sufrimiento de sus criaturas o las tuviera puestas a prueba antes de recibirlas en su santo reino. Un Dios que al momento del juicio final interrogaría a sus criaturas acerca de cuánto dolor han sufrido durante la vida, como si tenerlo en abundancia fuera la mejor carta de presentación ante él. No cuánto dolor has sufrido, sino cuánto dolor has causado sería una mucho mejor pregunta en labios de una divinidad que se aprestara a juzgarnos al fin de nuestros días.

El dolor no tiene sentido. Tampoco es formativo de la personalidad, al revés de lo que proclaman los libros de autoayuda. No es cierto que el dolor ayude a crecer, cual si se tratara de un abono para elevar la estatura moral o espiritual que cada cual desea alcanzar. De allí que uno de los títulos más abusivos en cuanto a glorificación del dolor sea aquel que se puso a un libro de autoayuda que dio la bienvenida al dolor. Con el dolor hay que manejarse, administrarlo, salirle al paso, no echarse a morir, resistir, neutralizarlo, buscar la mejor muleta para soportarlo, pero nunca celebrarlo ni transformarlo en una oportunidad que la vida nos brinda para ser mejores.

De partida, no deberíamos esperar a sentir dolor para decidirnos a ser mejores. No sé si venga al caso, pero recuerdo a un profesor de mi colegio que hizo la apología del servicio militar diciendo que su experiencia en el regimiento le había servido para valorar más a sus padres y la calidad de vida que le brindaban en casa. Uno de mis compañeros tomó entonces la palabra y le dijo que él no necesitaba ser alistado ni recibir instrucción militar para querer a sus papás. Como era de esperar, ese alumno fue expulsado de clases.

Las terapias no son otra cosa que tratamientos, recursos de variados tipos de que nos valemos para controlar y aliviar las dolencias que salen a nuestro encuentro y que a veces se ensañan con quienes las padecen. Eso son las terapias, y cada día se descubre una nueva, incluidas algunas de tipo alternativo que no se nos habría ocurrido pensar que pudieran beneficiar el ánimo y la salud. Una de ellas, la hipoterapia, cuenta con todas mis simpatías, aunque no la practique montando a caballo, como debe ser, sino apostándolos en el hipódromo. Otra muy difundida es la aromaterapia, o sea, la sanación o el alivio por medio de lo que olemos. Y ni qué decir de la terapia del arte, de cómo la audición de una pieza musical puede ser suficiente para mitigar el dolor o el abatimiento que estamos sintiendo en un momento dado. Pero el arte es más que eso: se trata de un euforizante, de algo que no solo combate el dolor, sino que produce placer. Y otra vez la pregunta de una divinidad razonable tendría que ser cuánto placer encontraste en la vida y no cuánta infelicidad padeciste en ella.

Un reportaje de Paula Leighton informó en este diario sobre la terapia forestal, es decir, acerca de los árboles como tratamiento y los beneficios de pasear por un bosque apenas 15 minutos o de tener simplemente algunos árboles cerca y a la vista, como debo decir que me pasa todos los días cuando salgo de casa y, al tomar calle abajo, en una misma cuadra encuentro un laurel, un pino, un olivo, dos jazmines, unas parras, un limonero, una acacia y un palto. Mi ánimo es otro cada vez que termino de recorrer esa cuadra.

Lo que tendríamos que hacer es darnos frecuentes baños de bosque y respirar allí profundamente (sobre todo después del domingo 19).