Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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9/08/2019

«Si decide presentarse como neoliberal, no sienta vergüenza por ello».

Preste atención a los siguientes planteamientos:

El ser humano es “homo economicus” antes que “politicus”, y su más natural, fuerte y persistente inclinación es la de preferir sus intereses materiales y maximizar sus beneficios. El sistema económico es más importante que el régimen político, incluso si este consiste en la democracia, la cual puede ser sacrificada o reducida si llega a convenir menos a las expectativas económicas de un país. La libertad económica es la más importante de todas las libertades.
Vistas como actividades, la economía está sobre la política y, vista la economía como saber, está por encima de todo otro saber, partiendo por el lenguaje. Las personas no tienen relaciones humanas, sino “capital social”; no tienen educación, sino “capital cultural”, y las empresas, en vez de “Departamentos de Personal”, deben tener uno de “Recursos Humanos”. En cuanto a los parlamentarios, carecen de electores y lo que tienen es “capital político”.
La educación, que no es un derecho, debe enfocarse en la preparación para el mundo del trabajo y la mayor productividad de los individuos y los países.

Los delincuentes que roban hacen un cálculo costo-beneficio, donde el segundo son las especies de las que se apropian y el primero la pena a que se exponen, de manera que para acabar con los delitos solo hay que aumentar las penas.

El Estado debe ser mínimo, desregular los negocios, reducir impuestos a las empresas y grandes patrimonios, y tolerar cuando estos se marchan a paraísos fiscales para eludir el pago de impuestos allí donde la riqueza fue producida con participación de trabajadores locales y valiéndose de infraestructura e instituciones también locales.

Los gobiernos deben proteger a sus grandes empresarios, dándoles seguridad de que obtendrán las ganancias que proyectan, y, en el caso de los trabajadores, deben considerar como virtuosa flexibilidad lo que es solo la precariedad de los empleos.

La renta de los inversionistas y sueldos de ejecutivos deben ser siempre altos, sin importar que los salarios de los trabajadores se mantengan bajos. Los bajos salarios pueden compensarse con acceso al crédito que otorgan instituciones que a la hora de cobrar tienen a su disposición todo un poder del Estado, por lo demás sin costo: el Judicial.

Constituye un progreso que los ciudadanos se transformen en consumidores y que de consumidores pasen luego a la condición permanente de deudores.

Hay que debilitar el derecho colectivo del trabajo (sindicatos, negociación colectiva, huelga) y permitir que los empleadores negocien por separado con cada uno de sus trabajadores, aumentando de ese modo su poder y mermando el de estos últimos.

Los países son marcas. “Marca Chile”, por ejemplo, y las cancillerías deben preocuparse más de los tratados de libre comercio que de los de derechos humanos.

La justicia social es un espejismo, una superchería, una expresión de envidia, y los derechos sociales un pretexto para sacar dinero del bolsillo de los ricos.

La solidaridad es una iniciativa privada de individuos altruistas y no debe guiar políticas públicas que la introduzcan por medio de leyes.

El mercado, siempre eficiente, es también natural, justo, sabio, forjador del carácter de los individuos, y tiene una capacidad de reacción a toda prueba ante sus propias dificultades. Frente a cualquier problema, el mercado se corrige prontamente a sí mismo, y es indiferente que el costo de sus desajustes lo paguen las víctimas de las crisis y no los responsables de provocarlas.

Los empleados públicos son holgazanes y, cuando paran, lo que hay que hacer es llamar a la policía.

La cesantía no es problema, salvo porque resta personas al consumo. Todos somos emprendedores que podemos reinventarnos y encontrar rápidamente una actividad lucrativa de la que ocuparnos.

Si usted comparte todos o la mayoría de esos planteamientos, usted es un neoliberal. Puede que se presente como liberal, pero para mayor claridad debería hacerlo como neoliberal, puesto que hay otros liberalismos que no hacen suyos tales planteamientos. Y si decide presentarse como neoliberal, no sienta vergüenza por ello. Está en compañía de importantes pensadores y gobernantes de los siglos XX y XXI, algunos de ellos distinguidos con el Nobel, y desde hace ya décadas se encuentra usted en la tribuna del equipo que va ganando el partido.