Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
Top
29/11/2019

«Alzamos la voz cada vez que se los viola, pero no les prestamos suficiente atención en tiempos de normalidad, como tampoco lo hacemos con la democracia».

Los derechos humanos son ignorados de dos distintas maneras, cuando se los viola y cuando se sabe poco o nada acerca de ellos. Por cierto que la primera de esas maneras es mucho más grave que la segunda, aunque en lo que sigue vamos a referirnos a la ignorancia de los derechos como insuficiente conocimiento de ellos y no como violación de los mismos, y esto porque no saber acerca de los derechos humanos es un gran abono para las violaciones que sufren y para los errores en que se incurre al juzgar estas últimas.

“Derechos humanos” es una expresión que todos reputamos importante, pero no siempre tenemos suficiente información sobre ella. Creemos saber sobre los derechos, y eso porque somos sensibles ante ellos, pero en muchas ocasiones no sabemos, o sabemos menos de lo que creemos saber, o, sabiendo algo, no estamos en condiciones de expresarlo por medio de un lenguaje claro y persuasivo. Si alguien nos detuviera en la calle y nos preguntara qué son ellos, lo más probable es que diríamos que se trata de derechos importantes, de derechos fundamentales, de derechos de todos los individuos de la especie humana, aunque es casi seguro que no podríamos pasar de afirmaciones como esas, correctas, sin duda, pero muy insuficientes. Probablemente agregaríamos que se trata de derechos que se relacionan con la vida, la integridad física y la libertad de las personas, lo cual vuelve a ser correcto, aunque otra vez insuficiente, puesto que hay derechos fundamentales que tienen que ver con otros valores o bienes indispensables para llevar una existencia digna y autónoma, y que, por lo mismo, cada Estado democrático, por medio de su Constitución Política, y el conjunto de los Estados, por medio del derecho internacional, declaran de manera expresa y establecen procedimientos para garantizarlos.

La verdad es que los derechos humanos se invocan tanto como se ignoran. Se han vuelto algo omnipresente. Hacen noticia a cada instante y los medios de comunicación se ocupan de ellos casi a diario, a raíz de las violaciones que sufren dentro o fuera de nuestro país. Pero esa omnipresencia va de la mano con una frecuente ignorancia acerca de qué son los derechos humanos, cuáles son, dónde se encuentran, cuál es su fundamento, qué historia tienen, de qué maneras se los hace valer, y cómo han evolucionado a partir del momento en que empezó a hablarse de ellos a inicios de la época moderna. Porque los derechos humanos no han estado siempre allí, escritos en el firmamento o esculpidos en la naturaleza humana. Se trata de derechos creados por la humanidad, de una muy feliz invención, aunque no en el sentido de una fantasía, sino en el de una de las más estimables producciones a lo largo del proceso civilizatorio de nuestra especie, de uno de los objetos más valiosos que hemos sido capaces de colocar entre el polvo y las estrellas.

En materia de derechos humanos tendríamos que adoptar la fórmula de Sócrates, o sea, reconocer que no sabemos, o que no sabemos lo suficiente, o que, sabiendo algo, no tenemos las palabras adecuadas para expresarlo. Es por eso que los profesores tienen allí algo importante que explicar a sus estudiantes, en vez de adoctrinarlos y pastorearlos hacia sus propias ideas políticas, o, peor aún, de hacerlos repetir eslóganes en voz alta contra el Presidente de turno o contra la policía que ellos mismos no vacilarían en llamar si sus casas fueran asaltadas.

Nos falta educación en derechos humanos. Alzamos la voz, legítimamente, cada vez que se los viola, pero no les prestamos suficiente atención en tiempos de normalidad, como tampoco lo hacemos con la democracia —reclamada cuando se la pierde y desatendida cuando se la tiene—, que es la forma de gobierno que rinde mejor examen en cuanto a declaración, garantía y promoción de tales derechos. No saca un 7, desde luego, pero permite al menos que organismos independientes, internos y externos, vigilen e informen sobre la situación de los derechos en un país cualquiera.
En deuda con los derechos humanos, paguemos la parte de ella que dice relación con el conocimiento de los derechos.