Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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6/03/2020

«Nos ha faltado carácter y determinación para no resignarnos ante la por lo común minoría de estudiantes que deciden iniciar un paro».

Paros y tomas universitarias se transformaron ya en una rutina. La cosa dura sus buenos 10 años y los motivos pueden ir desde exigencias académicas que se consideran excesivas hasta un tratado de libre comercio a ser suscrito por Chile o el calentamiento global que afecta al planeta.

Minorías docentes suelen apoyar esos paros y tomas, mientras la mayoría permanece pasiva, tanto como lo hace también la mayor parte de los estudiantes que, oponiéndose a veces a un paro o toma, se quedan en sus casas a la espera de que les comuniquen que se ha vuelto a clases. Por su parte, directivos superiores de las universidades, así como los de sus distintas facultades y escuelas, vienen protagonizando hace ya tiempo una suerte de rendición incondicional ante demandas estudiantiles que no comparten, pero ante las cuales acaban por ceder después de algunas semanas de paralización. A esos directivos, como a todos los profesores universitarios, nos ha faltado carácter y determinación para no resignarnos ante la por lo común minoría de estudiantes que deciden iniciar un paro o toma. Hemos debilitado la conciencia de nuestro rol de profesores y claudicado con poca dignidad ante el “modelo” de profesor que prefiere pasar por cualquier trance antes de atreverse a decir a sus estudiantes algo que estos no quisieran oír.

Atendido el momento que vivimos, la situación podría repetirse con mucha mayor intensidad en el año académico que comienza, a menos que directivos, profesores, estudiantes y personal administrativo pactáramos de entrada algunas cosas a fin de que la contingencia, importante y todo, e incluso decisiva para el futuro del país, no termine por ahogar una razonable normalidad de los dos semestres de 2020, y esto último a favor de los propios estudiantes antes que en razón del prestigio o imagen pública de cada universidad.

¿Por qué no empezar cada curso con una conversación entre el profesor a cargo y sus alumnos acerca de la situación del país, de sus causas, de su estado presente, de su probable desarrollo futuro y, en particular, del proceso constituyente que quedará seguramente abierto con el plebiscito del próximo mes? ¿Por qué no dedicar una o más sesiones a una actividad como esa? ¿Por qué no abrir luego, especialmente durante marzo y abril, algún tipo de actividad regular dentro de cada unidad académica para así ampliar y prolongar esa conversación fuera de los horarios de clase o sacrificando mínimamente estos, sin que un paro o toma impidan que la universidad funcione como una comunidad en la que todos puedan estar presentes y debatir? ¿Por qué los estamentos universitarios, en vez de impedir el acceso a facultades y escuelas poniendo sillas con sus patas apuntando hacia la calle, no podemos tomar esas mismas sillas, sentarnos en ellas, usar la palabra y prolongar la conversación? ¿Cómo no van a ser posibles medidas como esas en una institución que como la universitaria se precia de ser un lugar para la libre, razonada y crítica exposición y debate de los asuntos que conciernen a ella misma o al país en su conjunto?

Nunca una facultad o escuela está más sola, fría, deshabitada y lejos de constituir una comunidad que cuando un paro deja a todos en sus casas o una toma encierra a un número muy limitado de estudiantes. Nunca la universidad es más infecunda que cuando renuncia a un ambiente de libertad, tolerancia y espíritu abierto y crítico. Nunca pierde ella más prestancia e influencia social que cuando junto con cerrar sus puertas se cierra también al diálogo.
Si un planteamiento como el que hace esta columna no tuviera éxito, habría que implementar el aula virtual, en línea con todos los estudiantes, de manera que si estos decidieran no estar en clases los docentes pudiéramos cumplir las obligaciones que tenemos con ellos. Se trata de un recurso técnico que nunca podrá igualar el valor de las clases presenciales, pero permite que la relación profesores-estudiantes no se pierda del todo con motivo de una paralización de actividades.

El aula virtual es lo único que puede hacerse a favor de estudiantes que por cualquier motivo decidan no asistir a clases.