Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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30/10/2020

«El Estado social no pretende sustituir al Estado liberal, sino mejorarlo. Es un Estado más avanzado y no su negación».

Enhorabuena por quienes votaron Apruebo y Convención Constitucional, y enhorabuena también por el país, puesto que supo tomar una determinación relevante en aplicación de las reglas de la democracia, esa forma de gobierno a la que tanto los del Apruebo como los del Rechazo no querrían renunciar bajo ninguna circunstancia. Enhorabuena igualmente por quienes votaron por las alternativas perdedoras, porque continuarán siendo actores de la vida política y electoral de un país que aprendió que los rivales políticos son eso —adversarios—, pero no enemigos. Con los adversarios se conversa, se dan y escuchan razones, se buscan acuerdos, y solo cuando el acuerdo se vuelve imposible se recurre a votaciones en las que se aplica la regla de la mayoría.

Dado ya este paso, el siguiente será votar para formar la Convención Constitucional, luego de lo cual vendrá un trabajo de esta no a puertas cerradas, sino en conexión con la ciudadanía. La Convención tendrá mucho que escuchar antes de que sus integrantes se formen sus opiniones definitivas. Escuchará, leerá, revisará, invitará, debatirá, y, ya sea toda ella o dividida en grupos, recorrerá el país para conocer los problemas y planteamientos de las regiones. Una Convención que reflejará la diversidad política y social de un país que tanto se siente heredero de un pasado como protagonista de su hora presente y agente también de su porvenir. Una Convención que no estará sola, y que actuará asistida por una secretaría técnica y por expertos en variadas materias. Una Convención que sabrá que lo que se espera de ella es una nueva Constitución para el país y no solo para una parte de este. Una Convención que entenderá que la nueva Carta Fundamental no será una Constitución de la revancha contra la que actualmente nos rige y que incluso aprovechará aquello de esta que parezca adecuado.

La mayoría de las Constituciones tienen un breve preámbulo, de tono más bien solemne, e inician luego su texto con un capítulo de principios, o “bases de la institucionalidad”, como lo tituló la Constitución de 1980. Tal vez la futura Convención debiera partir por ese capítulo, puesto que tales principios, enunciados de manera tan comprometida como breve y directa, constituirán el marco dentro del cual habrá que debatir y acordar luego los restantes capítulos de la Carta Fundamental. No será fácil, porque muchas veces tenemos desacuerdos en los principios, aunque nadie vacilará, según creo, a la hora de definirnos como una república democrática, como un Estado unitario, plurinacional y suficientemente descentralizado, y como una sociedad que declara derechos fundamentales de todos a partir del principio de la común e igual dignidad de los seres humanos. “Las personas nacen y permanecen iguales en dignidad, y en esta se fundan derechos de los que todas ellas son titulares y que esta Constitución declara y garantiza”. ¿Alguno de los futuros constituyentes podrá oponerse a una declaración inicial como esa, cualquiera pueda ser la discusión posterior acerca de los contenidos de cada uno de los derechos?.

Habrá discusión, sin duda, acerca de si en la futura Constitución nos definimos como un “Estado democrático de derecho” o como un “Estado social y democrático de derecho”, puesto que los sectores conservadores tenderán a leer “social” como “socialista” y pronosticarán desde la vuelta a la Unidad Popular hasta una deriva al chavismo venezolano, en circunstancias de que una palabra como esa —“social”—, puesta al inicio de la Constitución, solo haría anticipar que en el capítulo dedicado a los derechos fundamentales serán incluidos los derechos sociales, y eso con dependencia del contenido y garantía específicos que se dé a estos últimos. Anticipará también que tendremos un Estado solidario en reemplazo de uno subsidiario, o sea, un Estado activo que intervenga no solo cuando se desata una pandemia. Si el Estado liberal nació para oponerse al Estado absoluto de los monarcas, el Estado social no pretende sustituir al Estado liberal, sino mejorarlo. Es un Estado más avanzado y no la negación del Estado liberal.

Igual que en la gran marcha y concentración del 25 de octubre de 2019, el pasado domingo Chile no cambió, ni despertó, ni tampoco estalló: Chile se mostró. Y lo mismo pasará en abril próximo.