Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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3/04/2021

En Chile existe un mundo político cultural, cada vez más amplio y diverso, con historia pero renovado y enriquecido por generaciones que provienen de experiencias inéditas –tecnologías, asuntos de género, universos virtuales, en ocasiones vivencias de drogas, sueños, reclamos y frustraciones-, que valora incondicionalmente la democracia como forma de gobierno y la diversidad como un bien, que es celoso del respeto irrestricto a los derechos humanos dentro y fuera de nuestro país, y que aspira a una sociedad donde todos tengan acceso garantizado a bienes básicos de atención sanitaria, educación, vivienda, conectividad a la web, ingresos justos por el trabajo y previsión también oportuna y justa para las personas mayores. Este mundo cree en la igualdad de hombres y mujeres, en la libertad individual, en la propiedad privada, en los bienes comunes y en los bienes públicos, y en la colaboración entre las personas, convencidos de que no vivimos solos y preferimos ver en el otro un compañero de ruta en lugar de un peligro o una competencia, y que realza la condición de ciudadano por sobre la de simple consumidor. Una especie humana y un mundo político y cultural que se sabe parte de la naturaleza y  que entiende que sólo respetándola y valorándola podemos seguir adelante, y que reconoce que las generaciones por venir tienen derecho a las mismas maravillas que nosotros heredamos y que hoy estamos destruyendo o cuando menos despreciando.

Dicho sector político sufre por estos días un proceso de desgaste que no debe ser ocultado, ni relativizado en su gravedad, ni quedar tampoco transitoriamente encubierto por la excitación que producen en nuestros actores políticos las diferentes elecciones que se celebrarán este año.

Más allá de pactos electorales, o de futuras alianzas de gobierno, o de la búsqueda de acuerdos con sectores ubicados más a la izquierda de ella, la centro izquierda chilena tendría que reflexionar mayormente sobre sí misma, encontrando para ello un punto de apoyo, como también un estímulo, en un pasado que sea capaz de examinar con tanta autocrítica como orgullo, a sabiendas de que vivimos tiempos de transformaciones insospechadas, con nuevos actores, nuevas preguntas y búsquedas inconclusas Una centro izquierda con mayor capacidad de conversación al interior de sí misma, no limitada solo a los partidos que la componen, y con una mejor disposición a dialogar también con todas las demás fuerzas políticas. Chile es una república, una república de todos y para todos.

La incorporación del Partido Liberal de Chile, así como la formación del conglomerado Nuevo Trato,  constituyen hechos que pueden ayudar mucho a una auténtica renovación de la centro izquierda, desde el socialcristianismo a la socialdemocracia, desde el pensamiento laico y progresista  hasta el socialismo humanista, desde el feminismo y las políticas de género hasta la multiculturalidad.

Ese es el sector que se aviene mejor con un liberalismo social, es decir, igualitario, que se aleja del así llamado neoliberalismo y que considera que una igualdad básica en las condiciones materiales en que viven las personas y sus familias es condición para que aquellas puedan ejercer eficazmente las libertades de que son titulares.

Entre los independientes del país hay una mayoría que, sin militar en ningún partido, se identifica con la idea que de una buena sociedad tiene el actual y pasado pensamiento de centro izquierda en Chile.Tales independientes permanecen ajenos a los partidos, pero no a la política; a la militancia, mas no al compromiso con un mejor tipo de sociedad que el que tenemos en este momento.

Recuperar el sector político que hemos descrito aquí es tan importante como indispensable en la hora actual de nuestro país, en marcha hacia una nueva Constitución y al pacto social que ésta fijará de cara a las próximas décadas. La nueva Constitución será una pieza fundamental para ello, sin desconocer la importancia que, en armonía con el texto constitucional, tendrán las futuras políticas públicas de los gobiernos, las leyes ordinarias o comunes que dicte el Congreso Nacional, las resoluciones que adopten las autoridades administrativas a nivel central, regional y comunal, y las sentencias que emitan nuestros jueces.

Para lograr esa recuperación será necesario mantener la vista en alto, más allá de la contingencia, y admitir que la tarea no es solo política, sino también cultural, y que, por lo mismo, los actores políticos de la centro izquierda tendrán que ser más receptivos a los cambios y aspiraciones culturales del país, cambios y aspiraciones que se relacionan con la política, por cierto, pero que conciernen, más ampliamente, a los nuevos  y variados modos de pensar, sentir y  vivir que forman  parte de nuestro espíritu nacional ya bien entrado el siglo XXI y que exigen su lugar en la toma de decisiones.

En momentos de crisis tanto a nivel planetario como local, la esperanza constituye una opción moral de las personas y de las colectividades. Una esperanza que se aleja tanto de la ira descontrolada como de los miedos paralizantes. Una esperanza de algo mejor, y que es preciso cultivar para que ello ocurra. Una esperanza que incluye no la certeza de triunfar, pero sí la determinación para mantenerla viva.

 

Patricio Fernández                              Agustín Squella

Candidatos a la Convención Constitucional

Distrito 11 y Distrito 7.

 

 

 

 

Santiago y Valparaíso, 1 de abril de 2021