Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
Top
3/02/2012

«Entonces me pongo a pensar en las dificultades que enfrenta la hípica, una actividad que está en problemas, no en crisis, aunque es preciso actuar a tiempo para que los primeros no se transformen en lo segundo. El órgano principal de esta actividad es el Consejo Superior de la Hípica Nacional, que depende del Ministerio de Hacienda, y cuyo presidente es designado por el Presidente de la República, aunque ninguna de las calificadas personas que han ocupado el cargo en las últimas décadas ha recibido alguna instrucción precisa de los respectivos gobiernos acerca de cómo conducirse…»

La promesa del verano dura para mí hasta el primer domingo de febrero, día en el que se corre el Derby en el Valparaíso Sporting Club. De ahí en adelante el verano deja de ser una promesa y se desliza sin pausa hacia el húmedo y cubierto otoño viñamarino, tan diferente al de Santiago, seco y soleado. El día anterior al Derby no bebo alcohol, como casi nada y me acuesto temprano. Toda una vigilia en espera de la gran carrera, aunque el Derby es mucho más que eso: son nada menos que 24 competencias, durante 12 horas seguidas, con 30 mil personas en el recinto del hipódromo y los amigos hípicos de toda una vida sentados a una misma y alborozada mesa. Los que saben combinar alcoholes me dicen que hago mal, pero mi primera copa en la estelar jornada, a eso del mediodía, es una cerveza helada con una pinta de whisky en el fondo del vaso. Añadan el acierto de un buen ganador y mi estado de euforia se prolongará durante horas. Salgo siempre del Derby cerca de la medianoche, una vez disputada la última carrera, con mi patrimonio disminuido y la gratitud de haber vivido circunstancias inolvidables. Me lleva 24 horas recuperarme de la intensa jornada, y al día siguiente parto con mi mujer a Los Vilos, a casa de una amiga, y me olvido durante una semana de las carreras de caballos, al cabo de la cual vuelvo al hipódromo, aunque presa de la melancolía que produce saber que el Derby quedó una vez más en el pasado. Entonces me pongo a pensar en las dificultades que enfrenta la hípica, una actividad que está en problemas, no en crisis, aunque es preciso actuar a tiempo para que los primeros no se transformen en lo segundo. El órgano principal de esta actividad es el Consejo Superior de la Hípica Nacional, que depende del Ministerio de Hacienda, y cuyo presidente es designado por el Presidente de la República, aunque ninguna de las calificadas personas que han ocupado el cargo en las últimas décadas ha recibido alguna instrucción precisa de los respectivos gobiernos acerca de cómo conducirse. Falta una política para una industria que es compleja, económicamente muy significativa y en la que trabajan numerosas personas, y es a quienes forman parte del Consejo -representantes de los hipódromos, criadores, propietarios, jinetes y preparadores- a quienes correspondería tomar la iniciativa en la propuesta de la política que hoy brilla por su ausencia. Las apuestas se encuentran gravadas por un impuesto del tres por ciento que bien podría ser eliminado, de manera de aumentar así el Fondo de Premios y la participación que tienen en él los propietarios, preparadores, jinetes, capataces y cuidadores.

El 75 por ciento de las apuestas se concentran en los hipódromos de Santiago, cuyos representantes tienden a imponer condiciones al resto de los hipódromos. Hace 20 años nacían en Chile 2.400 caballos de carrera al año y hoy esa cantidad no pasa de 1.700, con el efecto de que hay menos ejemplares en cada hipódromo, en los que se disputan carreras con un cada vez menor número de competidores. Sin embargo, los hipódromos programan un exceso de reuniones cada semana, casi con los mismos caballos, los cuales se ven enfrentados a una exigencia desmedida, con el efecto adicional del grave deterioro de las pistas de carreras, lo cual es particularmente visible en las canchas de pasto. Además del estado de las pistas, las otras dos variables que consideran los propietarios para correr a sus caballos -premios y condiciones de las pesebreras- se deterioran progresivamente en los hipódromos de regiones. Problemas que no me impedirán disfrutar dentro de 48 horas la gran fiesta popular del Derby, aunque me gustaría pensar que tendrán una pronta solución, porque en la tarde de mi vida, como tantos otros hípicos, quiero continuar atesorando cada año la promesa del verano y su día más esperado y excitante.