Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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8/06/2012

«La Concertación, a condición de que permanezcan sus actuales cuatro partidos, podría renunciar a ese nombre, asumiendo que él representa tanto sus éxitos como errores del pasado, y refundarse sobre una base programática nueva, siempre de centroizquierda, pero mirando al futuro. Además, nada impide que, junto con lo anterior, se amplíe más allá de esas cuatro colectividades, sobre puntales programáticos y no puramente utilitarios, sobre todo si Michelle Bachelet aceptara encabezarla en la próxima contienda presidencial para representar a una base social que lo que demanda son políticas y acciones más inclusivas e igualitarias y un sustento del futuro gobierno que sea más amplio que una u otra de las dos actuales coaliciones…»

«Concertación» es el nombre de una coalición de centroizquierda que reúne a cuatro partidos. El PPD, el PRSD y el PS, en distintos grados, son todos de izquierda, aunque los dos primeros se refugien a veces en la palabra «progresismo», mientras que la DC es un partido de centro y, atendida su trayectoria, una colectividad claramente inclinada del lado de la izquierda. Por lo tanto, cuando la Concertación se presenta como una coalición de centroizquierda, comparece como lo que realmente es y no se vale de la palabra «centro» como anzuelo para atraer electores que no se identifican ni con la izquierda ni con la derecha. Algo distinto a lo que sucede con la Alianza, puesto que en ésta hay sólo dos partidos de derecha, y ambos conservadores, exceptuado el reducido grupo que en RN trata infructuosamente de imponer posiciones liberales. Si la derecha chilena empezó un día a llamarse a sí misma «centroderecha», además de intentar un guiño hacia votantes de centro, fue al modo de un ardid dirigido a distanciarse de los crímenes de la dictadura que sus partidarios apoyaron sin condiciones, votando a favor de la Constitución de 1980, diciendo «Sí» a Pinochet en el plebiscito de 1988, comprando pasajes a Londres para visitar a su líder mientras permaneció detenido, y agitando pañuelos cuando regresó al país en una silla de ruedas que abandonó a los pocos días. Pero seamos justos: cierta izquierda se presenta también como «centroizquierda» -aunque, por lo dicho antes, no sea éste el caso de la Concertación-, para tomar distancia de los horrores en que incurrieron muchas dictaduras de izquierda a las que dio aprobación.

En otras palabras, cuando «derecha» e «izquierda» no tienen sus papeles en regla, pueden anteponer «centro» a tales palabras para intentar sacudirse de las malas acciones del pasado. Lo más característico de la Concertación no es el nombre que tiene, sino el hecho de aglutinar partidos de izquierda, como el PS, y de centro, como la DC, aunque se trata también del mayor de sus capitales políticos y electorales, puesto que una coalición únicamente de izquierda, esto es, sin la DC, no sólo perdería un partido importante, sino que dejaría de ser una agrupación de centroizquierda para pasar a ser nada más que de izquierda, con la agravante de volver así a los tres tercios del pasado y con el riesgo de que sectores hoy minoritarios de la DC, más próximos a la derecha, cayeran en la tentación de empujar el partido a un arreglo con la Alianza, regalándole a ésta la posibilidad de presentarse, legítimamente, como centroderecha.

La Concertación, a condición de que permanezcan sus actuales cuatro partidos, podría renunciar a ese nombre, asumiendo que él representa tanto sus éxitos como errores del pasado, y refundarse sobre una base programática nueva, siempre de centroizquierda, pero mirando al futuro. Además, nada impide que, junto con lo anterior, se amplíe más allá de esas cuatro colectividades, sobre puntales programáticos y no puramente utilitarios, sobre todo si Michelle Bachelet aceptara encabezarla en la próxima contienda presidencial para representar a una base social que lo que demanda son políticas y acciones más inclusivas e igualitarias y un sustento del futuro gobierno que sea más amplio que una u otra de las dos actuales coaliciones. Tomando una idea de Fernando Atria, para rescatar a la Concertación (la centroizquierda) hay que reemplazar a la Concertación (la actual institucionalidad de la centroizquierda). ¿Será capaz la Concertación de dar tales pasos? No lo sé, como tampoco sé si la Alianza persistirá en la única estrategia de que hoy parece capaz: aprovechar el improbable efecto mediático de la palabra «perdón» e intentar dañar a como dé lugar la imagen de una ex Presidenta que podría ganarle incluso en primera vuelta.