Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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30/06/2017

La gente habla de «estar disponible» cuando queda sin pega y se muere de ganas de conseguir un cargo público.

Muletilla es un término o frase que se repite muy a menudo. Así, hoy, «Cuídese», a modo de despedida, aunque yo no puedo evitar pensar que la persona que lo dice me ha notado mal semblante. Y muletilla periodística es aquella que repiten los periodistas y quienes animan programas de radio o televisión. Por ejemplo, «Vamos a cambiar de tema» o, peor, «Vamos a cambiar bruscamente de tema», y, como si nos encontráramos en una sala de clases, «Ponga atención», o «Vamos a la pausa», expresión esta última con la que lo que se quiere decir es «Vamos a la publicidad», y esto cuando no son los mismos periodistas o conductores los que la hacen directamente. En el caso de la prensa escrita, lo que ocurre hoy no es que la publicidad interrumpa las noticias, sino que las elimina. Toda la página derecha o impar con publicidad y la mitad inferior, si no más, de la izquierda o par, dejando un pequeño rectángulo para una brevísima información, son prácticas de los medios escritos que obligan a preguntarse si la publicidad está allí para hacer posible las noticias o si estas para dar cabida a la publicidad. Añada usted las frecuentes páginas y suplementos institucionales que vienen con colores, tipografía y diagramación diferenciada respecto del cuerpo principal del diario o revista y la pregunta adquiere mayor pertinencia.

Los comentaristas deportivos son maestros de la muletilla y del uso de términos eufemísticos, es decir, de la sustitución de palabras por otras que suenan un poquito mejor. Por ejemplo, y tratándose del fútbol, ya no hay guardalíneas, sino «árbitros asistentes», mientras que el hoy llamado «cuarto árbitro» no es más que un mirón que sigue el encuentro fuera de la cancha. Los simples entrenadores pasaron a ser «profesores», mientras en las universidades los auténticos profesores hemos sido disminuidos a «profes» por nuestros alumnos. Los tres palos son ahora «tubos» y la segunda división fue transformada en «Primera B», lo mismo que pasa en las universidades, donde ya no hay ayudantes, sino «profesores ayudantes» y, dentro de muy poco, «alumnos profesores». La buena campaña de un equipo es «campañón» y los «goleros» jubilaron a los viejos arqueros. Los partidos de fútbol no se ven, no se analizan, no se interpretan: hoy lo que se hace con ellos es «leerlos», y tal vez sea «leyendo» partidos de fútbol que consigamos suplir el déficit de lectura real que tenemos en el país.

Fuera ya del ámbito deportivo, «arista» ha hecho metástasis en el habla periodística nacional, lo mismo que el trato de «Maca», «Nico», «Cata», «Mati», y así, entre conductores de programas que están al aire. Ya nadie «trabaja», sino que «hace la pega». Todo también se nos ha vuelto «problema país». Todo. Absolutamente todo. Hasta la ubicación de un semáforo en una apartada zona rural. «Problema país» suele ser aquel que interesa únicamente al que utiliza esa expresión y deja completamente indiferentes a todos los demás. La gente habla de «reinventarse» cada vez que cambia simplemente de trabajo y de «estar disponible» cuando queda sin pega y se muere de ganas de conseguir un cargo público. «Raya para la suma» es todo lo que la mayoría sabe de matemáticas, y «entre comillas», con dos dedos de cada mano dibujándolas en el aire, es ya de lo más común. Y cada vez que un gerente habla de «ajuste laboral», los trabajadores pueden ir poniendo las barbas en remojo, porque lo que pasa es que van a despedirlos por «necesidades de la empresa», es decir, la exigencia de que las ganancias de los dueños no bajen siquiera una décima.

La gente hoy no muere, «fallece», y si uno se fija en la redacción de los avisos de defunción, algunos simplemente han fallecido mientras otros han «entrado en la Casa del Señor» o pasado a «decorar el Oriente Eterno». En algunas noches del año -24 y 31 de diciembre o un cumpleaños cualquiera- la gente ya no come, «cena», y «parrilla» no es un utensilio para poner algo a asar, sino la programación del próximo festival de la canción.

Declaro agradecido que algunos de esos ejemplos los debo al delicioso libro de Juan Andrés Piña, «Diccionario del siútico», aunque también he agregado unos propios. Y si bien las muletillas no se reducen al campo periodístico, las Escuelas de Periodismo deberían incluir un ramo acerca de cómo evitarlas.

Junto con enseñar a decir hay que enseñar a no decir.