Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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20/10/2017

¿Estamos de acuerdo con la actual hibridez de nuestro Estado, en parte laico y en parte religioso, o lo preferiríamos claramente religioso o laico? ¿Cuál es el Estado que queremos para el siglo XXI?

La respuesta a esa pregunta es siempre la misma: «Sí, Chile es un Estado laico», con lo cual quiere decirse que no tiene una religión oficial con apego a la cual cumpla sus funciones. Sin embargo, las cosas son algo más complejas, y la verdad es que hoy nuestro país es un Estado que está a horcajadas entre uno de carácter laico y uno de tipo religioso.

Por Estado confesional entiendo aquel en que una determinada religión es declarada la oficial del Estado, excluyendo a todas las demás. En cambio, un Estado religioso es aquel que, sin reconocer una religión como oficial, apoya por igual la existencia de todas las iglesias, confesiones y entidades religiosas, valiéndose para ello de diversos instrumentos, por entender que el fenómeno religioso y las actividades en que él se expresa son algo beneficioso para el país y sus habitantes. El Estado religioso no adopta una religión en particular y, además de reconocerlas a todas, las respalda por igual, bajo la convicción, declarada o no, de que las diversas iglesias y confesiones son algo positivo tanto desde un punto de vista social como espiritual. Un Estado religioso valora positivamente la acción social de las iglesias y entidades religiosas y asume que estas son útiles para promover conductas que se estiman buenas desde el punto de vista de la moral colectiva.

Por su parte, un Estado arreligioso, o simplemente laico, es el que no adopta una religión oficial ni da tampoco apoyo a las confesiones y entidades de este tipo, manteniéndose enteramente neutral respecto del fenómeno religioso como tal y de sus distintas manifestaciones públicas y privadas. Si el Estado religioso es neutral en el sentido de no adoptar una religión en particular, no lo es en lo que concierne al fenómeno religioso en general. En cambio, un Estado laico es neutral en ese doble sentido: no hace una opción a favor de una religión determinada y, además, se inhibe de todo juicio de valor sobre la existencia de las religiones en general. Un Estado laico autoriza la existencia de las religiones y entidades de ese tipo y las deja expresarse con entera libertad, sin interferir, ni a favor ni en contra, en sus respectivas devociones y actividades.

Por último, un Estado antirreligioso es el que, partiendo de la base de que ellas constituyen algo negativo para la vida en común, desautoriza la existencia de religiones e iglesias y adopta una actitud hostil frente a ellas.

Claramente, Chile no es ni un Estado confesional ni uno antirreligioso. Carece de religión oficial y, a la vez, no persigue a las iglesias y comunidades religiosas. Todos, según me parece, nos sentiríamos muy incómodos en un Estado que tuviera una religión oficial o en uno que no autorizara la libre existencia de entidad religiosa alguna. Chile, por fortuna, es un Estado arreligioso, laico, aunque solo a medias, puesto que a través de distintas medidas, tales como frecuentes cesiones de bienes públicos, subvenciones, exenciones tributarias, financiación pública de la visita del jefe de una iglesia y ceremonias oficiales de tipo cívico-religioso, apoya la existencia y funcionamiento de las iglesias y comunidades religiosas. El Estado chileno no es cabalmente laico, es decir, neutral ante el fenómeno religioso y sus distintas expresiones institucionales, y, lejos de eso, otorga beneficios importantes a todas ellas. Es cierto que no opta por una determinada institución, como sí hace el Estado confesional, pero, a la vez, hace una opción genérica a favor del fenómeno religioso como tal y sus diversas manifestaciones. En tal sentido podrá entenderse mejor nuestra afirmación de que Chile se encuentra hoy a caballo entre un Estado laico y un Estado religioso.

Discutir un nuevo texto constitucional nos obligará a ocuparnos de un asunto como este. ¿Estamos de acuerdo con la actual hibridez de nuestro Estado, en parte laico y en parte religioso, o lo preferiríamos claramente religioso o laico? ¿Cuál es el Estado que queremos para el siglo XXI? Ni confesional ni antirreligioso, espero, pero ¿religioso o arreligioso? ¿Completamente neutral frente al fenómeno religioso, sin hacerle maleficios ni otorgarle tampoco beneficios, o amparador de todas las entidades religiosas y neutral solo ante la competencia interna de estas por conseguir y conservar fieles y adherentes?