Agustín Squella - Constituyente Distrito 7
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29/12/2020

Agustín Squella: “…aborto y eutanasia son dos prácticas que dividen fuertemente las creencias morales de las personas, de manera que debemos estar preparados para su discusión y para la oposición de posturas que existen en el seno de nuestra sociedad, sin asombrarnos por nuestros desacuerdos…”

¡Vaya debate, enhorabuena, que se ha armado a propósito del proyecto de ley sobre eutanasia! Un debate en el que participan los lectores en la sección que está justo arriba de esta, y que con el correr del tiempo se ha vuelto el espacio en que los propios lectores editorializan todos los días, brevemente, acerca de los más diversos asuntos. La página editorial, que es la que viene a continuación, contiene siempre un par de editoriales del diario, columnas de opinión, y el sugerente espacio del Día a Día que sus autores firman con seudónimos. Pero “Cartas” es también un espacio editorial —en su caso a cargo de los lectores—, o, si se prefiere, un sitio en que ellos, con sus nombres, aunque sin fotografía, publican escuetas columnas de opinión y polemizan unos con otros. Quienes allí comparecen no son columnistas regulares del diario, pero se comportan como tales, con la ventaja envidiable de la brevedad (casi siempre).

Cuando un asunto de interés público es debatido con profusión e intensidad lo que suele ocurrir es que en él haya involucradas creencias morales fuertes de las personas que intervienen en la conversación. Así nos ocurrió con la ley de divorcio, con la legislación que igualó los derechos de hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, con el aborto en tres causales y, ahora, con la eutanasia.

Nada raro, además, porque todos tenemos ese tipo de creencias, a las que damos una indudable mayor importancia que a convicciones que profesamos en temas en los que una dimensión moral no existe o se encuentra muy atenuada. Tales creencias son también múltiples, diversas, rivales, porque vivimos en una sociedad abierta y plural donde es inimaginable no solo una religión oficial, sino también una moral única e indiferenciada.

Nuestras creencias morales se van forjando a lo largo de la existencia de cada individuo y son fruto tanto de la formación recibida como de las propias experiencias de vida, la reflexión personal y las deliberaciones de orden moral que hacemos colectivamente. Hay quienes se quedan asidos a los planteamientos morales que recibieron cuando niños —cual si continuaran bebiendo de por vida la leche materna— y que reflexionan y deliberan poco o nada al creerse depositarios de verdades morales eternas e indiscutibles que es preciso enarbolar y defender antes que contrarrestar con aquellas que puedan oponérseles.
¡Cuán lejanas y quizás absurdas nos parecen hoy nuestras discusiones sobre la procedencia o no del divorcio en el caso del matrimonio civil! Se anunció entonces el fin de la familia —no su cambio— y se pronosticó que el país iría derecho a las tinieblas morales, lo mismo que había ocurrido mucho antes con las llamadas leyes laicas del siglo XIX que crearon el matrimonio civil, autorizaron los cementerios laicos y entregaron a una autoridad del Estado el registro de nacimientos y defunciones. También en esa época se anunció el fin de los tiempos y el colapso moral para una sociedad que lo único que hacía era transitar, y esto a paso de tortuga, por un proceso de secularización propio de la modernidad.

Aborto y eutanasia son temas más espinudos. Tienen que ver con la vida y la muerte, ni más ni menos, y se trata de dos prácticas que dividen fuertemente las creencias morales de las personas, de manera que debemos estar preparados para su discusión y para la oposición de posturas que existen en el seno de nuestra sociedad, sin asombrarnos por nuestros desacuerdos y, desde luego, sin incurrir en el maniqueísmo de los provida contra los promuerte. Solo de ese modo será posible mantener un diálogo racional, respetuoso, humano, en el que unos a otros nos dispensemos ese contrato de indulgencia mutua de que habló Séneca en su tiempo.

Tal vez nos sirva también, a propósito de la eutanasia, esta pertinente reflexión del filósofo italiano Norberto Bobbio: “De la convicción de que las creencias últimas de las personas son irreductibles he sacado la lección más importante de mi vida: detenerme ante el secreto de cada conciencia, escuchar antes de discutir, y discutir antes de condenar”.